La hermana de un Beato oblato

Publicado Originalmente en OMIWORLD.ORG

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Lucia Borzaga

La Provincia Mediterránea ha publicado recientemente en su página web una entrevista con Lucia Borzaga, la hermana del Beato Mario BORZAGA, uno de los recientemente beatificados Mártires de Laos. He aquí unos extractos de esa entrevista con la “hermanita” del Beato Mario.

Durante 56 años, más del doble de la edad de Mario cuando, a finales de abril de 1960, partió para un pueblo de Laos del que nunca regresaría, Lucia Borzaga, la hermana del P. Mario, esperó con paciencia y perseverancia durante esos largos años el reconocimiento oficial de la Iglesia entera del martirio de su hermano. Miembro profeso del instituto secular de las Oblatas Misioneras de María Inmaculada (OMMI), siempre sonriente y disponible, nunca deja de contar y dar testimonio en todas partes de la experencia del P. Mario, incluyendo los sufrimientos y esperanzas de su familia. Cinco años más joven que Mario, tuvo una fuerte relación que continuó después de haber su hermano dejado el hogar a los 15 años para entrar en el seminario y que no cambió incluso cuando 10 años después partió como misionero a Laos. Tenía poco menos de 20 años cuando perdió el contacto con él, y aún hoy es una mujer maravillosa que finalmente ha tenido el gozo de asistir al reconocimiento del martirio de su hermano de parte del Papa Francisco. La pedimos que nos contara sus sentimientos y emociones.

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Beato Mario Borzaga, OMI

¿Como vive “la hermana” la beatificación de Mario?

El 5 de mayo fue un día particularmente feliz. El Decreto de beatificación firmado por el Papa Franciso ha sido el punto álgido de un largo y difícil camino. Como olvidar el paso de meses y años sin tener noticias: el P. Mario y Xyooj, su más fiel catequista, desaparecidos en las montañas de Laos, su cuerpo nunca recuperado. La espera de la madre, en lágrimas y oración, ahondando en la certeza de su regreso. Largos años de sufrimeinto. Cómo olvidar el martirio de mi familia. Las lágrimas de la madre y el dolor silencioso del padre, esperando al hijo perdido, ofrecido constante y generosamente por la Iglesia laosiana, sin rencor o resentimiento, entonces y siempre atentos a sus necesidades, como si Mario estuviera en la misión. En ningún otro período la Iglesia ha sido tan regada con la sangre de los mártires, pero no olvidemos junto al martirio de sangre se encuentra siempre el martirio de la familia: las lágrimas de la madre, de la esposa, de tantos hijos huérfanos. El martirio de sangre florece en el seno de la Iglesia junto al martirio del silencio.

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Lucía Borzaga con la cruz oblata que pertenecía al padre Mario (http://www.vitatrentina.it)

Puede contarnos algún recuerdo personal de cuando eran niños?

De la mano. Durante tres años Mario venía a recogerme a la salida del jardín de infancia. Lo veía como un libertador, después de una jornada tan larga, y de la mano regresábamos a casa. Incluso después, estando yo en primer curso de primaria y Mario en quinto, íbamos y regresabamos juntos siempre de la mano. Esa mano que me ayudada a alcanzar la cima de la montaña o me sostenía al volver cuando los pies flojeaban por el cansancio. Y siempre fue así. También cuando eramos mayores y él llevaba la sotana. Papá, divertido, decía que “qué cosa dirá la gente al ver a un sacerdote de la mano con una señorita”. Jugábamos mucho juntos. Uno de los juegos era decir la misa, bajo la mesa de la cocina transformada en iglú con una manta. Celebraba devotamente con su estola que aún tenemos en casa: él con sus paramentos y yo de rodillas con el velo de mamá en la cabeza y un libro de oraciones. Incluso entonces soñaba con ir a la tierra gélida de Siberia y, quizá… por ello escogió a los Oblatos, especialistas en las misiones difíciles del Polo Norte.

(Entrevista con Angelica Ciccone, en “Missioni OMI”, 1-2/2017 (más en: http://www.omimed.eu/2017/02/08/mio-fratello-santo-senza-aureola/#sthash.nM2dxSvG.dpuf)

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